agosto 04, 2007

Cosas del cielo, "Circulo Parhelico"


La suerte de contemplar un Parhelio es comparable al espectáculo del eclipse. La dicha será doble si conocemos las causas que originan este meteoro.

“Algunas veces se ven muchos soles al mismo tiempo, no encima ni debajo del astro, sino lateralmente” (Plinio, S.I)

El término Parhelio viene del griego: “para” significa al lado y “helios” significa Sol; o sea que parhelio quiere decir “junto al Sol”.

El Parhelio es un fenómeno óptico, poco común, que consiste en la aparición simultánea de varias imágenes del Sol observables, generalmente, a la derecha e izquierda del astro. Como todos los fenómenos ópticos, se trata sólo de una percepción visual y subjetiva del observador, provocada por la refracción de los rayos solares sobre los cristalitos de hielo constituyentes de las nubes altas. Es pues, un meteoro que se produce bajo unas determinadas condiciones meteorológicas.

Los Parhelios, junto a los Halos, Cruces y Coronas son, entre todos los fenómenos ópticos, los que más han llamado la atención de los pueblos y los que ocupan un lugar preferente en los anales meteorológicos supersticiosos. Pero se trata simplemente de fenómenos físicos naturales y son consecuencia de los efectos de la luz en la atmósfera.

Para que se forme un Parhelio el cielo tiene que estar cubierto por nubes altas del tipo Cirros y Cirroestratos. Los CIRROS son nubes de color blanco; delgadas y de aspecto plumoso, su apariencia es delicada y fibrosa, como de seda; se presentan con las más diversas formas: penachos aislados, líneas atravesando el cielo azul claro o ramificaciones. Los CIRROSTRATOS en cambio, son capas de nubes, velos delgados y blanquecinos, que no llegan a hacer borrosa la forma del Sol. Su leve neblina da al cielo un aspecto lechoso y no impiden que se formen sombras.

Este tipo de nubes se localiza por encima de los 10 000 m, altitudes en las que reinan temperaturas por debajo de los -20 ºC, con lo que las gotitas de agua han cristalizado en diminutos prismas de hielo (el más grande no llega a los 2 mm).

Al tratarse los Parhelios de fenómenos producidos por nubes de hielo, serán más numerosos en las latitudes polares donde este tipo de nubes son más frecuentes. Lo que no significa que no sucedan también en latitudes medias como España, incluso durante el verano. Según el Servicio Meteorológico de Barcelona, se contabilizan una media de 50 halos de hielo al año (entre ellos los Parhelios), pero suelen pasar desapercibidos. No son difíciles de “pillar” si se reconoce el tipo de nubes que los ocasionan.

Camille Flammarion, el insigne astrónomo francés del S. XIX, nos describe el aspecto del cielo antes de formarse el fenómeno con estas palabras:
“Cuando un Parhelio se dibuja en el cielo se perciben ligeras nubes llamadas “cirris”, sobre las que parece dibujarse el meteoro. Algunas veces estos cirris se funden de tal modo en una masa única, que la vista no puede percibir sus contornos; un vapor blanquecino ocupa el cielo, sobre todo en la parte próxima al Sol; el color azul ha desaparecido y en su lugar se ve una especie de niebla ligera, cuyo brillo en ciertas ocasiones no puede soportar la vista”.

Tradicionalmente, los agricultores han asociado la aparición de Parhelios con el mal tiempo en general y con la lluvia en particular. Y suele ser verdad, porque la aparición de cirros y, a continuación de cirroestratos significa que se acerca un frente cálido con su lluvia asociada. No obstante, su formación no es garantía absoluta de lluvia.

Los Parhelios serán tanto más brillantes cuantas más tabletas haya en la nube. Si sólo hay cirros en un lado del Sol, sólo se formará uno de ellos. Pueden presentarse conjuntamente con el Halo o en solitario y otras veces el Halo está incompleto. Cuando se desarrollan en su totalidad presentan una cola blanca y alargada, en sentido paralelo al horizonte: es la prolongación del Círculo Parhélico. Ocasionalmente pueden verse en las estelas que dejan los aviones. Se constata estadísticamente que se dan más parhelios en las proximidades de los aeropuertos militares. Se cree que es debido a que la onda de choque que producen los reactores provoca la oscilación de las tabletas, incrementando así la refracción.

El mismo fenómeno se puede formar en las noches de Luna. Son los HALOS LUNARES. Y también los HALOS LUNARES pueden tener falsas lunas: son los Paraselenes, que se forman en la intersección del CÍRCULO PARASELÉNICO con el halo lunar. Los halos lunares pueden ser tan espectaculares o más que los halos solares, y además ofrecen 2 ventajas: 1. que son más fáciles de observar porque la luna deslumbra menos y 2. que poseen un halo añadido: el halo del misterio de la noche.

Para fotografiar un Parhelio hay que tener presente que se trata de un fenómeno dinámico que está en constante cambio como consecuencia de la movilidad de las nubes y del astro que lo provoca. Por lo tanto no hay que complicarse demasiado preparándose:
• Lo más práctico es enfocar al infinito y disparar. Lo contrario significa que corremos el riesgo de que cambie el meteoro, o lo que sería aún peor, que desapareciera.
• Sí es importante buscarse algo que tape el Sol: una farola, un poste, un arbusto o incluso, nuestra propia mano.
• Si el campo cubierto por la lente no abarca la totalidad del fenómeno, podemos hacer varias fotos parciales y luego recomponer la totalidad, utilizando un programa informático al efecto.
• Para los que usan una máquina tradicional, con carrete 100 ASA es suficiente, ya que lo que interesa es que tenga un grano fino.
• El revelado automático da pobres resultados; mejor el revelado manual.
• Si utilizamos máquinas digitales, no conviene abusar del formato de archivo JPG, ya que introduce distorsiones, tales como “artefactos”, degradando así la imagen.

Cuando estemos ante un Parhelio interesa, además de deleitarse y fotografiarlo, tomar nota de la fecha, hora, altura del astro, latitud y longitud del lugar donde nos encontramos, y la disposición de las nubes; todo lo cual nos dará una pista de su duración, aunque sin ninguna garantía ¡la Naturaleza siempre tan caprichosa!. Tampoco hay que olvidarse de recorrer con la vista los 360º del Círculo Parhélico por si se hubiera formado Anthelios (a ambos lados del Antisol) o Paranthelios a 120º del Sol.

Como decía al principio, ver un Parhelio es todo un acontecimiento porque, además de que no son frecuentes y son efímeros, nosotros no siempre estamos mirando hacia el Sol. El tipo de nubes nos será de ayuda para saber si se pueden formar, pero tampoco invariablemente. Los Cirroestratos han de tener el grosor oportuno, ya que demasiado grosor interceptaría la luz y poco grosor no daría lugar a la refracción. Además, es necesario que la cristalización del agua de la nube se haya verificado lentamente y sin que la haya turbado el viento (una cristalización rápida haría que los prismas fueran opacos). Hemos de buscarlos, sobre todo al amanecer o a la puesta de Sol, cuando la altura del astro favorece su formación.

Tenemos a nuestro favor el que no haya unos lugares más propicios que otros para su observación; todos valen. Tampoco en este caso nos molesta la contaminación lumínica. No tenemos que pasar frío ni disgustarnos porque se haya nublado; más bien al contrario, si hay nubes de hielo, mejor que mejor. Ni tan siquiera hemos de acarrear pesados equipos de observación; sólo una máquina fotográfica.